Las palabras de Judith a Holofernes están cuidadosamente elaboradas para ganar su confianza y seguridad. Ella promete guiarlo hacia el corazón de Israel, sugiriendo una ventaja estratégica en su campaña. La imagen de establecer su trono en Israel implica no solo una victoria, sino también dominio y control sobre la tierra. Al comparar a los israelitas con ovejas sin pastor, Judith pinta un cuadro de un pueblo sin liderazgo y vulnerable, fácil de conquistar. Esta metáfora resalta la ausencia de guía y protección, haciéndolos parecer un blanco fácil.
Además, Judith asegura a Holofernes que ni un perro le ladrará, lo que es una metáfora de paz y sumisión total. Esta garantía sugiere que su victoria será tan completa que no habrá resistencia ni amenaza a su autoridad. El discurso de Judith es una maestría de persuasión y engaño, ya que busca proteger a su pueblo mientras parece ayudar a su enemigo. Sus palabras reflejan su inteligencia y pensamiento estratégico, utilizando su posición para influir en el curso de los eventos a favor de su gente.