En Levítico 11, Dios proporciona a los israelitas una lista de animales que son considerados limpios e impuros, orientándolos sobre lo que pueden y no pueden comer. Este versículo menciona específicamente ciertas aves, como el avestruz, la lechuza y el halcón, como impuras. Estas leyes dietéticas eran parte de la Ley mosaica más amplia, que buscaba distinguir a los israelitas de otras naciones y fomentar un sentido de santidad y pureza en su vida diaria. La distinción entre animales limpios e impuros enseñaba a los israelitas sobre la obediencia y la importancia de seguir los mandamientos de Dios.
En el contexto del Nuevo Testamento, estas leyes dietéticas generalmente no son observadas por los cristianos, ya que la venida de Cristo cumplió la ley e introdujo un nuevo pacto. Sin embargo, el principio subyacente de vivir una vida dedicada a Dios sigue siendo relevante. Se anima a los cristianos a vivir de una manera que refleje su fe y compromiso con las enseñanzas de Dios, incluso si las restricciones dietéticas específicas ya no son aplicables. Este versículo sirve como un recordatorio del llamado a la santidad y la importancia de distinguirse a través de las acciones y elecciones personales.