Mientras Jesús habla con sus discípulos, se acerca una multitud liderada por Judas Iscariote, uno de los doce apóstoles. Judas, quien había sido parte del círculo íntimo de Jesús, ahora llega para traicionarlo. El beso que utiliza como señal es profundamente irónico, ya que es un gesto de amistad y respeto, pero aquí marca el comienzo del arresto de Jesús y su posterior crucifixión. Este momento es crucial en la narrativa de la pasión de Jesús, ilustrando los temas de traición y sacrificio. También cumple con las profecías sobre el sufrimiento del Mesías y resalta la conciencia y aceptación de Jesús sobre su destino. A pesar de la traición, Jesús se mantiene sereno, demostrando su comprensión divina y compasión incluso hacia quienes lo traicionan. Este pasaje invita a reflexionar sobre la naturaleza de la lealtad, el dolor de la traición y la fortaleza que se encuentra en el perdón y el propósito. Sirve como un recordatorio de la capacidad humana tanto para la fidelidad como para la traición, instando a los creyentes a permanecer firmes en sus compromisos.
Mientras él aún hablaba, vino una multitud; y el que se llamaba Judas, uno de los doce, iba delante de ellos y se acercó a Jesús para besarle.
Lucas 22:47
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