En esta declaración, Jesús se dirige a sus discípulos con una promesa profunda. Les asegura que algunos de ellos experimentarán una revelación significativa del reino de Dios antes de fallecer. Esto se interpreta a menudo como una referencia a la Transfiguración, un evento en el que la gloria divina de Jesús se desvela a Pedro, Santiago y Juan en una montaña. Este momento es un anticipo del reino de Dios, mostrando la naturaleza divina de Jesús y el cumplimiento de las promesas de Dios.
La mención de no gustar la muerte antes de ver el reino destaca la inmediatez y cercanía del reinado de Dios. Sirve como un recordatorio de que el reino de Dios no es solo una realidad futura distante, sino que ya está irrumpiendo en el mundo a través de Jesús. Para los creyentes, esta certeza es un llamado a estar atentos a la obra de Dios en sus vidas y a vivir con la esperanza y expectativa de la plena realización de Su reino. Esta promesa anima a los cristianos a permanecer fieles y a buscar la presencia de Dios diariamente, sabiendo que Su reino es una realidad tanto presente como futura.