Judas Iscariote, uno de los seguidores más cercanos de Jesús, orquesta un plan para traicionar a Jesús ante las autoridades religiosas. Elige un beso como señal para identificar a Jesús, un gesto que normalmente simboliza amistad y respeto. Esta elección subraya la gravedad e ironía de la traición de Judas, ya que utiliza un acto de amor para entregar a Jesús a quienes buscan hacerle daño. La traición de uno de sus propios discípulos es un momento conmovedor en la narrativa de la pasión de Jesús, resaltando temas de lealtad, confianza y la capacidad humana para traicionar.
Este evento es fundamental en la narrativa del Evangelio, preparando el escenario para el arresto, juicio y crucifixión de Jesús. A pesar de la tristeza y la traición involucradas, los cristianos creen que estos eventos eran parte de un plan divino para la redención. La traición, aunque dolorosa, conduce al cumplimiento de profecías y al sacrificio supremo de Jesús por la salvación de la humanidad. Este pasaje invita a reflexionar sobre la naturaleza de la traición, la complejidad de las relaciones humanas y el profundo amor y perdón que Jesús encarna, incluso ante tal traición.