En esta enseñanza, Jesús subraya el valor de la humildad y la inocencia, cualidades que a menudo se encuentran en los niños. Al instruir a sus seguidores a recibir a los niños en su nombre, les está llamando a abrazar características como la confianza, la apertura y la simplicidad. Los niños, en su vulnerabilidad, representan a aquellos que a menudo son pasados por alto o subestimados en la sociedad. Jesús destaca que al aceptar y cuidar a estas personas, en realidad estamos recibiéndolo a Él en nuestras vidas. Esta enseñanza anima a los creyentes a extender amor y bondad a todos, especialmente a los que son marginados o que carecen de poder. Nos recuerda que la verdadera grandeza en el Reino de Dios se mide por nuestra disposición a servir y elevar a los demás, reflejando el corazón de Cristo. Además, nos desafía a ver a Jesús en cada persona que encontramos, especialmente en aquellos que no pueden devolvernos el favor o ofrecer algo a cambio. Esta perspectiva fomenta una comunidad construida sobre la compasión, la igualdad y el respeto mutuo, alineándose con los valores fundamentales de la fe cristiana.
Y cualquiera que recibiere en mi nombre a un niño como este, a mí me recibe.
Mateo 18:5
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