La escena se desarrolla con un grupo de hombres que llevan a un amigo paralítico a Jesús, demostrando su fuerte creencia en Su capacidad para sanar. Su fe no es pasiva; es activa y comunitaria, mostrando el poder de la creencia y el apoyo colectivo. La respuesta de Jesús es profunda, ya que primero aborda la condición espiritual del hombre al perdonar sus pecados. Este acto subraya la creencia de que la sanación espiritual es tan crucial, si no más, que la sanación física. Las palabras de Jesús, "Confía, hijo; tus pecados te son perdonados", ofrecen consuelo y seguridad, reflejando Su autoridad para perdonar pecados y Su compasión por la humanidad. Este momento sirve como un recordatorio de que la fe puede llevar a una transformación profunda, y que la misión de Jesús abarca tanto la restauración espiritual como la física. La narrativa anima a los creyentes a acercarse a Jesús con fe, confiando en Su cuidado integral y Su deseo de traer plenitud a todos los aspectos de la vida.
Y he aquí, le trajeron un paralítico acostado sobre una cama; y Jesús, viendo la fe de ellos, dijo al paralítico: Confía, hijo; tus pecados te son perdonados.
Mateo 9:2
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