Durante la visión de Juan, se encuentra con un ángel que le instruye no inclinarse ante él en adoración. La respuesta del ángel subraya una verdad profunda: todos los seres, ya sean angélicos o humanos, son siervos de Dios. Este momento sirve como un recordatorio de la humildad y la igualdad que existe entre aquellos que sirven a Dios. Las palabras del ángel, "¡Adora a Dios!", son un poderoso llamado a dirigir nuestra adoración y veneración únicamente hacia Dios, el Creador. Este es un principio fundamental en el cristianismo, enfatizando que, sin importar cuán majestuoso o poderoso pueda parecer un ser, solo Dios es digno de adoración. La identificación del ángel como consiervo de los profetas y de aquellos que guardan las palabras del libro destaca la misión compartida y la unidad entre los creyentes a lo largo del tiempo y el espacio. Esto anima a los cristianos a permanecer fieles a la palabra de Dios y a reconocer su papel en la comunidad de fe más amplia. Este pasaje invita a reflexionar sobre la naturaleza de la verdadera adoración y la importancia de dirigir nuestra devoción solo a Dios, reforzando la idea de que nuestra lealtad y reverencia última pertenecen a Él.
Y él me dijo: Mira, no lo hagas; porque yo soy consiervo tuyo y de tus hermanos los profetas, y de los que guardan las palabras de este libro. Adora a Dios.
Apocalipsis 22:9
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