Este versículo subraya la integridad y rectitud de Dios como el juez supremo del mundo. Plantea una pregunta retórica que resalta la absurdidad de dudar de la justicia de Dios. Si Dios fuera injusto, no podría juzgar al mundo de manera justa. Esta certeza de la justicia divina es crucial para los creyentes, ya que afirma que los juicios de Dios siempre se basan en la verdad y la rectitud. Este versículo invita a los creyentes a confiar en la perfecta sabiduría y equidad de Dios, incluso cuando la comprensión humana es limitada. Nos desafía a reflexionar sobre la naturaleza de la justicia divina, que no está influenciada por sesgos o limitaciones humanas. Los juicios de Dios se realizan con conocimiento perfecto y amor, asegurando que se haga justicia de acuerdo con Su voluntad divina. Esta comprensión brinda consuelo y seguridad, sabiendo que Dios ve todo y juzga con rectitud. También nos llama a alinear nuestras vidas con Sus estándares, confiando en que Sus caminos son justos y verdaderos.
¿De ninguna manera! Porque entonces, ¿cómo juzgaría Dios al mundo?
Romanos 3:6
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