El versículo ofrece consejos prácticos para tratar con individuos que causan divisiones dentro de la comunidad cristiana. Sugiere un enfoque medido: primero, se debe advertir a la persona que causa divisiones, dándole la oportunidad de reflexionar sobre sus acciones y cambiar. Si el comportamiento persiste, se da una segunda advertencia, enfatizando la seriedad del asunto. Esto refleja los valores cristianos de paciencia, perdón y la esperanza de reconciliación. Sin embargo, si la persona se mantiene impenitente y continúa interrumpiendo la armonía, la instrucción es distanciarse de ella. Este paso no es punitivo, sino protector, con el objetivo de preservar la unidad y la paz de la comunidad. Subraya la importancia de mantener un ambiente saludable donde el amor y la cooperación puedan florecer, al mismo tiempo que reconoce que la divisividad persistente puede ser perjudicial. La guía anima a los creyentes a esforzarse por la paz y la unidad, reflejando el llamado cristiano más amplio a vivir en armonía unos con otros.
Al hombre que cause divisiones, después de una y otra amonestación, deséchalo;
Tito 3:10
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