El tabernáculo, elaborado por Moisés bajo instrucciones divinas, funcionó como un santuario móvil para los israelitas durante sus andanzas por el desierto. Era un lugar donde la presencia de Dios habitaba entre Su pueblo, facilitando la adoración y la comunicación con lo divino. Para el momento de este relato, el tabernáculo y el altar del holocausto habían sido trasladados a Gibeón, un lugar elevado y prominente. Esta ubicación fue central para la adoración israelita antes de la construcción del templo en Jerusalén. El altar se utilizaba para sacrificios, que eran fundamentales en la vida religiosa de los israelitas, simbolizando arrepentimiento, agradecimiento y dedicación a Dios. Este versículo subraya la naturaleza perdurable de estas prácticas sagradas, ilustrando cómo proporcionaban continuidad y estabilidad en la vida espiritual de la comunidad. Refleja el compromiso de los israelitas de mantener su relación de pacto con Dios a través de rituales establecidos, incluso cuando sus circunstancias cambiaban con el tiempo.
La mención de Gibeón también destaca el período de transición en la historia de Israel, mientras pasaban de la era de los jueces y la confederación tribal a una monarquía más centralizada. La presencia del tabernáculo y el altar en Gibeón significa la importancia continua de la adoración y el sacrificio en el mantenimiento de una conexión con Dios, sirviendo como un recordatorio de Su fidelidad y la devoción del pueblo.