Levi, el tercer hijo de Jacob y Lea, es el patriarca de la tribu levítica, dedicada a servir a Dios en diversas capacidades religiosas. Sus tres hijos, Gersón, Coat y Merari, se convirtieron en los jefes de las tres divisiones principales dentro de la tribu de Levi. Cada división tenía deberes específicos relacionados con el tabernáculo, el santuario portátil utilizado por los israelitas durante su travesía hacia la Tierra Prometida. Los descendientes de Gersón eran responsables del cuidado de las telas y cubiertas del tabernáculo. Los descendientes de Coat, que incluían a Moisés y Aarón, se encargaban de los deberes más sagrados, como el cuidado del arca de la alianza y otros objetos sagrados. Merari, por su parte, se ocupaba de los elementos estructurales del tabernáculo, como sus marcos y columnas.
El papel de los levitas era esencial en la vida religiosa de Israel, ya que facilitaban la adoración y aseguraban la correcta realización de los rituales. Este versículo subraya la importancia de la línea familiar en tiempos bíblicos, donde los roles y responsabilidades a menudo se heredaban. También refleja el tema más amplio del orden y la provisión de Dios para su pueblo, asegurando que la adoración y la guía espiritual fueran centrales en la vida comunitaria.