Pedro inicia su carta identificándose como apóstol de Jesucristo, lo que establece su autoridad y la misión divina que lleva consigo. Se dirige a los elegidos de Dios, quienes viven como expatriados en varias regiones de Asia Menor, incluyendo Ponto, Galacia, Capadocia, Asia y Bitinia. Estas regiones eran parte del Imperio Romano, y es probable que los creyentes allí enfrentaran desafíos sociales y culturales debido a su fe. Al llamarlos 'elegidos de Dios', Pedro reafirma su estatus especial y la selección divina, lo que ofrece consuelo y seguridad en medio de sus pruebas.
El término 'expatriados' sugiere un sentido de desplazamiento y alienación, pero también resalta su verdadera ciudadanía en el reino de Dios. Esta apertura sirve como un recordatorio de su identidad y propósito espiritual, animándolos a permanecer fieles y esperanzados. El saludo de Pedro no solo los conecta con la comunidad cristiana más amplia, sino que también subraya la naturaleza universal del mensaje cristiano, trascendiendo fronteras geográficas y culturales. Sus palabras buscan fortalecer su determinación y recordarles la esperanza eterna que tienen en Cristo.