Pedro reflexiona sobre una experiencia transformadora en la que él y otros discípulos escucharon la voz de Dios mientras estaban en un monte sagrado con Jesús. Este evento se asocia a menudo con la Transfiguración, donde la naturaleza divina de Jesús fue revelada a Pedro, Santiago y Juan. Escuchar la voz de Dios confirmó la identidad de Jesús como el Hijo amado, elegido por Dios. Este momento no fue solo una revelación personal, sino una confirmación de la misión divina de Jesús, proporcionando una base sólida para las enseñanzas de los apóstoles.
La experiencia en el monte sagrado sirve como un recordatorio de la realidad de los encuentros divinos y la importancia de escuchar la voz de Dios. Enfatiza la autenticidad del testimonio de los apóstoles, quienes no se basaron en historias ingeniosamente elaboradas, sino en experiencias directas con lo divino. Para los creyentes, este pasaje fomenta la confianza en el mensaje apostólico y resalta la importancia de las experiencias espirituales que afirman la fe. Invita a los cristianos a estar abiertos a momentos de revelación divina que pueden profundizar su comprensión y compromiso en su camino de fe.