La profecía, según este versículo, no proviene del pensamiento o la intención humana. Es una comunicación divina que llega a través de individuos elegidos por Dios. Estos profetas, aunque son humanos, fueron movidos e inspirados por el Espíritu Santo para pronunciar las palabras de Dios. Esto resalta la creencia de que las escrituras son divinamente inspiradas y no son simplemente el resultado de la creatividad o el intelecto humano.
El papel del Espíritu Santo es crucial, ya que es el Espíritu quien empodera y guía a los profetas para entregar mensajes que reflejan la voluntad y el propósito de Dios. Esta certeza de inspiración divina brinda a los creyentes confianza en la fiabilidad y autoridad de los textos bíblicos. Se enfatiza que las enseñanzas y profecías encontradas en la Biblia no son solo registros históricos, sino palabras vivas destinadas a guiar, instruir e inspirar la fe. Este entendimiento anima a los cristianos a acercarse a las escrituras con reverencia y confianza, sabiendo que están interactuando con la verdad revelada de Dios.