En este pasaje, se cita a Jesús diciendo que destruirá el templo hecho por manos humanas y levantará otro que no está hecho por manos en tres días. Esta declaración fue malinterpretada por muchos como una amenaza literal al templo físico en Jerusalén, un lugar sagrado y central para la adoración judía. Sin embargo, Jesús hablaba de manera metafórica sobre Su propio cuerpo. El templo al que se refería era Su cuerpo, que sería crucificado y resucitado en tres días. Esta profunda declaración señala el cambio del antiguo pacto, centrado en el templo físico, al nuevo pacto, centrado en el mismo Jesús.
La resurrección de Jesús significa el establecimiento de un nuevo templo espiritual, donde la presencia de Dios no habita en un edificio, sino en los corazones de los creyentes. Esto destaca el poder transformador de la muerte y resurrección de Jesús, ofreciendo una nueva forma para que la humanidad se conecte con Dios. Invita a los creyentes a reflexionar sobre la verdadera adoración, que no está limitada a un lugar, sino que es una relación personal y espiritual con Dios a través de Cristo. Este pasaje nos anima a abrazar la nueva vida y esperanza que se encuentra en Jesús.