En los primeros días de la iglesia cristiana, los apóstoles tenían la tarea de encontrar un reemplazo para Judas Iscariote, quien había traicionado a Jesús. Este versículo señala los criterios que establecieron para seleccionar a un nuevo apóstol. La persona debía haber sido compañera de Jesús durante todo su ministerio, desde su bautismo por Juan hasta su ascensión. Este requisito aseguraba que el nuevo apóstol tuviera un entendimiento completo de la vida, enseñanzas y resurrección de Jesús, que eran centrales para la misión apostólica.
La énfasis en elegir a alguien que había estado con Jesús desde el principio destaca la importancia de la experiencia personal y el testimonio en la iglesia primitiva. Era crucial que los apóstoles tuvieran líderes que pudieran dar testimonio de la verdad de la vida y resurrección de Jesús a partir de sus propias experiencias. Esta decisión refleja la dedicación de la iglesia primitiva a preservar la autenticidad y continuidad del mensaje de Jesucristo. Al seleccionar a alguien que había sido parte de su viaje desde el inicio, aseguraron que el nuevo apóstol mantuviera los mismos valores y enseñanzas que Jesús les había impartido.