En esta escena dramática, Pablo está en Jerusalén, enfrentándose a una multitud hostil. A pesar de la tensión, se mantiene sereno y busca dirigirse directamente a la gente. Al hablar en arameo, Pablo se conecta con la multitud en su lengua materna, demostrando su respeto y deseo de ser comprendido. Esta elección refleja la importancia de la comunicación efectiva y el poder del lenguaje para unir diferencias. Las acciones de Pablo nos recuerdan el valor de la paciencia y la empatía al interactuar con los demás, especialmente en situaciones difíciles. Su capacidad para calmar a la multitud y captar su atención muestra el impacto de dirigirse a las personas de una manera que les resuene. Este momento también ilustra el coraje y la sabiduría necesarios para enfrentar la oposición con gracia y claridad, enfatizando la importancia de mantenerse fiel a la propia misión mientras se es sensible al contexto y a la audiencia.
Y cuando le hubo dado licencia, Pablo, puesto en pie sobre la escalera, hizo señal con la mano al pueblo. Y hecho gran silencio, habló a ellos en lengua hebrea, diciendo:
Hechos 21:40
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