La ratificación del pacto entre Dios e Israel es un momento solemne y significativo en la historia del pueblo. Moisés, tras recibir las instrucciones de Dios, sube al monte Sinaí junto con algunos ancianos de Israel. Allí, el pueblo promete obedecer todas las palabras del Señor, sellando su compromiso con Dios. La sangre de los sacrificios es esparcida sobre el pueblo y el altar, simbolizando la unión entre Dios y Su pueblo. Además, Dios da instrucciones sobre la construcción del tabernáculo, un lugar donde Su presencia habitará entre ellos. Este capítulo resalta la importancia del pacto y la relación especial entre Dios e Israel, así como la necesidad de un lugar sagrado para la adoración y la comunión con Dios.
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