El monte Sion, en este contexto, es una metáfora del reino espiritual donde reside Dios, en contraste con el monte Sinaí terrenal, donde se dio la ley. La ciudad del Dios vivo, la Jerusalén celestial, significa el destino final para los creyentes: un lugar de paz eterna y presencia divina. Este versículo pinta un cuadro de una comunidad vibrante y celestial, llena de ángeles que se regocijan. Enfatiza la alegría y celebración que caracterizan la presencia de Dios. Para los creyentes, esto es un recordatorio de la realidad espiritual de que son parte de una familia divina, compartiendo la alegría y adoración de Dios junto a los ángeles. Esta imagen sirve para inspirar esperanza y alegría, animando a los creyentes a vivir a la luz de esta realidad celestial. El pasaje asegura a los cristianos que su camino de fe los lleva a un lugar de gozo eterno y compañerismo con Dios y sus huestes celestiales, ofreciendo un profundo sentido de pertenencia y propósito.
sino que os habéis acercado al monte de Sion, a la ciudad del Dios vivo, Jerusalén la celestial, y a millares de ángeles.
Hebreos 12:22
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