Malaquías se dirige al pueblo de Israel, recordándoles las elecciones soberanas de Dios y el desarrollo de su plan divino. La referencia a Esaú y Jacob está arraigada en la historia de estos dos hermanos, donde Dios eligió a Jacob para ser el portador de su pacto. El lenguaje de amor y odio aquí no se refiere a emociones personales, sino a la elección y el propósito divino. La elección de Dios de Jacob sobre Esaú significa su plan de trabajar a través de Israel para la redención del mundo.
La transformación de la tierra montañosa de Esaú en un desierto simboliza las consecuencias de no ser parte del camino elegido por Dios. Esto sirve como un poderoso recordatorio de la importancia de alinearse con los propósitos divinos. Este versículo subraya el tema de la soberanía divina y el desarrollo del plan de Dios en la historia. Invita a los creyentes a reflexionar sobre la naturaleza de las elecciones de Dios y la importancia de ser parte de su obra redentora. La imagen de desolación y desierto sirve como metáfora de la esterilidad espiritual fuera del pacto de Dios.