Las mujeres que habían estado con Jesús durante su ministerio estaban decididas a rendirle homenaje visitando su tumba a la primera oportunidad. Su viaje, realizado al amanecer del primer día de la semana, resalta su devoción y la urgencia que sentían por estar cerca de Él, incluso en la muerte. Este momento es significativo ya que marca el comienzo de un nuevo capítulo en la fe cristiana: la resurrección de Jesús. El momento, justo después del amanecer, es simbólico de esperanza y renovación, sugiriendo que incluso en los tiempos más oscuros, hay una promesa de luz y nuevos comienzos.
Su disposición para ir a la tumba, a pesar de los desafíos que pudieran enfrentar, refleja una fe y amor profundos por Jesús. Sirve como un recordatorio para todos los creyentes sobre la importancia de buscar a Jesús con un corazón puro y la certeza de que, a través de Él, siempre hay esperanza y un nuevo amanecer. Este pasaje nos anima a abordar nuestro viaje espiritual con la misma dedicación y fidelidad, confiando en el poder transformador de la resurrección de Cristo.