El inicio del Apocalipsis establece el escenario para un mensaje profundo y divino. Se describe como una revelación de Jesucristo, lo que significa que es una comunicación directa del Salvador mismo. Esta revelación fue dada a Jesús por Dios, lo que enfatiza su origen divino y la estrecha relación entre el Padre y el Hijo. El propósito de esta revelación es informar y preparar a los siervos de Jesús, los creyentes, sobre eventos que pronto ocurrirán, sugiriendo una urgencia e importancia en comprender estos acontecimientos futuros.
El método de entrega también es significativo. El mensaje es transmitido a través de un ángel, un mensajero de Dios, a Juan, quien es identificado como un siervo. Esta cadena de comunicación resalta la autoridad celestial y la naturaleza sagrada del mensaje. El papel de Juan como siervo subraya su humildad y dedicación para compartir esta revelación divina con los demás. Este pasaje invita a los creyentes a interactuar con el texto con un corazón y mente abiertos, listos para recibir las percepciones y la guía que ofrece para vivir fielmente en anticipación del plan de Dios que se va desplegando.