El evangelio, o buena noticia, de Jesucristo no fue un concepto nuevo introducido de repente. Formaba parte del plan divino de Dios, revelado a través de los profetas en el Antiguo Testamento. Estos profetas, inspirados por Dios, hablaron de un Mesías venidero que traería salvación a la humanidad. Esta promesa está entrelazada a lo largo de las Escrituras, desde los escritos de Moisés hasta las profecías de Isaías y más allá. Al cumplir estas profecías, Jesucristo confirma la fiabilidad y verdad de la palabra de Dios. Esta continuidad entre el Antiguo y el Nuevo Testamento subraya la fidelidad de Dios y Su compromiso inquebrantable con Su pueblo. Los creyentes pueden encontrar consuelo y seguridad al saber que las promesas de Dios son firmes y que Su plan de redención, revelado a través de los profetas, se ha cumplido en Cristo. Esto fomenta una confianza más profunda en la palabra de Dios y en Sus promesas, reforzando la unidad de las Escrituras y el papel central de Jesús en el plan redentor de Dios.
Entender esta conexión ayuda a los creyentes a apreciar la profundidad y riqueza de la Biblia, viéndola como una narrativa unificada del amor y la salvación de Dios. También enfatiza la importancia del Antiguo Testamento como fundamento para comprender el Nuevo Testamento y la vida y misión de Jesús.