Abraham es celebrado por su fuerte fe en Dios, incluso cuando se enfrenta a obstáculos aparentemente insuperables. Tenía casi cien años y Sara, su esposa, ya no podía tener hijos. A pesar de estos hechos, Abraham no permitió que su fe flaquease. En cambio, confió en la promesa de Dios de que sería el padre de muchas naciones. Esta confianza no era ciega; estaba arraigada en su comprensión del carácter y la fidelidad de Dios. El viaje de fe de Abraham nos enseña que la fe no niega la realidad, sino que la reconoce mientras sigue creyendo en la capacidad de Dios para obrar milagros. Su ejemplo anima a los creyentes a mantener su fe incluso cuando las circunstancias parecen desesperadas, recordándonos que el poder de Dios no está limitado por las restricciones humanas. La historia de Abraham es un testimonio del poder de la fe y de la importancia de confiar en las promesas de Dios, sin importar cuán improbables puedan parecer.
Y no se debilitó por incredulidad en la promesa de Dios, sino que se fortaleció en fe, dando gloria a Dios,
Romanos 4:19
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