En el cuarto capítulo de Romanos, Pablo utiliza la figura de Abraham para ilustrar el principio de la justificación por la fe. Abraham, el padre de la fe, fue declarado justo no por sus obras, sino por su confianza en las promesas de Dios. Pablo argumenta que la fe de Abraham fue contada como justicia antes de la ley, lo que demuestra que la justificación es un regalo divino que trasciende las obras humanas. Este capítulo resalta la importancia de la fe en la vida del creyente y enfatiza que la promesa de Dios se recibe por fe, no por obras. La historia de Abraham se convierte en un modelo para todos los que creen, mostrando que la salvación es accesible a todos, independientemente de su trasfondo o historia.
Romanos capítulo 4
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