Confiar en Dios en lugar de en los seres humanos es una manifestación profunda de fe. La grandeza de Dios, que abarca Su poder y majestad, se equilibra perfectamente con Su misericordia. Esto implica que, aunque Dios es omnipotente, también es amoroso y compasivo. Por otro lado, los seres humanos pueden ser falibles y guiados por intereses propios. Al elegir confiar en Dios, los creyentes optan por un camino de esperanza, seguros de que las intenciones divinas siempre son para su bien. Esta perspectiva brinda consuelo y seguridad, especialmente en momentos de incertidumbre o temor. La misericordia de Dios es ilimitada y Su amor es constante, ofreciendo refugio ante la imprevisibilidad de las acciones humanas. Este versículo invita a los creyentes a depender de la misericordia de Dios, que es tan amplia como Su grandeza, asegurando que Su cuidado y protección siempre están disponibles. Esta confianza en la misericordia divina fomenta una sensación de paz, sabiendo que los planes de Dios siempre son para nuestro beneficio, incluso cuando no podemos ver el panorama completo.
Porque el que teme al Señor, no temerá ni será atemorizado; porque él es su esperanza.
Eclesiástico 2:18
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