En este versículo, la narrativa se centra en la obstinación del pueblo que se negó a alejarse de sus caminos pecaminosos a pesar de las numerosas advertencias. Su desobediencia persistente llevó a severas consecuencias: fueron conquistados y sacados de su tierra natal, dispersándose por diferentes regiones. Esta dispersión sirve como una poderosa lección sobre la importancia de prestar atención a las advertencias divinas y la necesidad del arrepentimiento. Sin embargo, el versículo también ofrece un destello de esperanza. A pesar del castigo generalizado, un pequeño remanente de personas permanece, y están bajo el liderazgo de un gobernante de la casa de David. Este detalle es significativo, ya que subraya la fidelidad de Dios a Sus promesas, particularmente el pacto con David. Sugiere que incluso frente al juicio, el plan y las promesas de Dios perduran, ofreciendo esperanza para la restauración y la renovación. El versículo anima a los creyentes a reflexionar sobre sus propias vidas, a buscar el arrepentimiento y a confiar en la fidelidad duradera de Dios.
Y en el tiempo de su ira, él hizo caer sobre ellos fuego y azufre, y los consumió.
Eclesiástico 48:19
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