Simón Pedro inicia su carta identificándose como siervo y apóstol de Jesucristo, lo que establece su papel como un seguidor humilde y un líder con autoridad. Escribe a aquellos que han recibido una fe tan preciosa como la suya, lo que resalta la igualdad y el valor compartido de la fe entre todos los creyentes. Esta fe no es algo que se logra por méritos personales, sino un regalo recibido a través de la justicia de Jesucristo. La justicia de Jesús es fundamental, ya que es a través de su naturaleza divina y sacrificio que los creyentes obtienen esta fe preciosa.
El saludo de Pedro sirve para recordar a los destinatarios su identidad compartida en Cristo, sin importar su trasfondo o estatus. Se enfatiza la unidad y la comunión de todos los cristianos que han recibido esta fe. El versículo también subraya la gracia y generosidad de Dios, quien proporciona esta fe a través de Jesucristo. Esta introducción establece el escenario para el resto de la carta, que explorará más a fondo temas de crecimiento, conocimiento y las promesas divinas disponibles para los creyentes.