Este versículo destaca la distinción entre dos tipos de sabiduría: una que es divina y otra que es mundana. La sabiduría a la que se refiere Santiago no proviene de Dios y se caracteriza por la envidia y la ambición egoísta. Estas características conducen al desorden y a toda práctica malvada, que son contrarias a la naturaleza de Dios. Santiago utiliza un lenguaje contundente, describiendo esta sabiduría como terrenal, no espiritual y diabólica, para enfatizar su potencial destructivo. Este tipo de sabiduría está arraigado en los deseos humanos y puede llevar a la división y al conflicto.
En contraste, la sabiduría divina es pura, amante de la paz, considerada, sumisa, llena de misericordia y buenos frutos, imparcial y sincera. Promueve la paz y la rectitud. Santiago insta a los creyentes a examinar sus motivos y la fuente de su sabiduría. Al buscar la sabiduría que proviene de lo alto, los cristianos pueden vivir de una manera que refleje el amor y la rectitud de Dios. Este versículo nos desafía a evaluar si nuestras acciones y decisiones están influenciadas por deseos mundanos o por el deseo de alinearnos con la voluntad de Dios.