En la antigua Israel, las leyes de herencia favorecían típicamente a los descendientes masculinos, pero las hijas de Manasés recibieron una parte de la herencia junto a sus hermanos. Esta decisión fue significativa, ya que representó un cambio hacia una mayor igualdad de género y justicia dentro de la comunidad. Al permitir que las hijas heredaran, los líderes reconocieron su lugar y valor dentro de la tribu. Este acto de inclusión demostró un compromiso con la equidad y la distribución justa de los recursos, alineándose con los principios de justicia y compasión de Dios.
El pasaje también subraya la importancia de honrar compromisos y promesas. La herencia de las hijas fue un cumplimiento de la promesa de Dios a su antepasado, Manasés, asegurando que todos los descendientes, sin importar su género, recibieran su porción correspondiente. Esta historia sirve como un recordatorio de que las bendiciones y promesas de Dios no están limitadas por normas o expectativas sociales. Anima a los creyentes a abogar por la justicia y la igualdad, reconociendo el valor y la dignidad inherentes de cada individuo.