La introducción de Pablo a los creyentes en Roma está llena de calidez y profundidad teológica. Se dirige a ellos como aquellos que son amados por Dios, subrayando la relación íntima y personal que Dios desea tener con su pueblo. Ser 'llamados a ser su pueblo santo' indica un propósito y una identidad divina, recordando a los creyentes su papel especial en el plan de Dios. La salutación de 'gracia y paz' es significativa. La gracia se refiere al favor y la bondad inmerecidos de Dios, un pilar de la fe cristiana, mientras que la paz refleja la tranquilidad interior y la plenitud que provienen de estar reconciliados con Dios. Esta doble bendición encapsula la esencia de la experiencia cristiana: vivir en la gracia que transforma y en la paz que sostiene. Las palabras de Pablo no son solo un saludo formal, sino un profundo recordatorio de las realidades espirituales que definen la vida de cada creyente. Al invocar tanto a Dios el Padre como al Señor Jesucristo, Pablo afirma la unidad y cooperación dentro de la Trinidad al otorgar estas bendiciones. Este saludo establece el tono para el resto de la carta, invitando a los lectores a reflexionar sobre su identidad y llamado en Cristo.
A todos los que estáis en Roma, amados de Dios, llamados a ser santos: Gracia y paz a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo.
Romanos 1:7
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