Pablo se enfrenta a una pregunta que podría surgir de sus discusiones anteriores sobre las elecciones soberanas de Dios. La cuestión de la justicia divina es crucial porque toca la misma naturaleza de Dios. Al preguntar, "¿Hay injusticia en Dios?", Pablo reconoce una preocupación humana común: ¿cómo pueden ser justas las elecciones de Dios si parecen arbitrarias o más allá de nuestra comprensión? Su inmediata y contundente negación, "¡En ninguna manera!", sirve para afirmar la perfecta justicia de Dios. Esta declaración es un consuelo de que, a pesar de nuestra perspectiva limitada, Dios actúa con total equidad y rectitud.
La pregunta retórica de Pablo y su respuesta enfatizan que los caminos de Dios no están sujetos a los estándares humanos de justicia. En cambio, están arraigados en la sabiduría y el amor divinos. Este pasaje anima a los creyentes a confiar en el carácter de Dios, incluso cuando sus acciones son misteriosas o difíciles de comprender. Nos invita a reflexionar sobre la narrativa bíblica más amplia que retrata consistentemente a Dios como justo y amoroso, instándonos a tener fe en su bondad y equidad última. Esta certeza está destinada a confortar y fortalecer a los creyentes, afirmando que las decisiones de Dios siempre están alineadas con su naturaleza perfecta.