Las plagas de langostas y tinieblas traen un sufrimiento sin precedentes a Egipto. Las langostas devoran lo que queda de la cosecha, y la oscuridad cubre la tierra durante tres días, simbolizando el juicio de Dios sobre la nación. A pesar de estos severos castigos, el faraón continúa endureciendo su corazón, mostrando su obstinación y rechazo a la autoridad divina. Este capítulo resalta la lucha entre la luz y la oscuridad, tanto física como espiritual, y la resistencia del faraón a reconocer el poder de Dios. La persistente negativa del faraón a liberar a los israelitas se convierte en un testimonio de la ceguera que acompaña a la arrogancia humana frente a la soberanía divina.
Éxodo capítulo 10
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